domingo, 30 de agosto de 2009

LA FAMILIA COMO CONTEXTO NATURAL DEL DESAROLLO

La familia como contexto natural del desarrollo

Por Alexander De Jesús Brito

Orientador profesional


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La familia constituye el contexto primario del desarrollo de los individuos. Allí se conforman las actitudes y valores esenciales con los que se enfrentará la vida y sus desafíos. Un sistema familiar funcional, ofrece a sus miembros un contexto sano, donde sus necesidades encuentran respuestas. Por el contrario, una familia disfuncional se asocia a la aparición de conflictos y dificultades emocionales en los individuos que la integran.

Sin embargo, esto no significa que las familias deben ser perfectas y no tener problemas ni crisis. Una familia funcional enfrenta dificultades, a lo largo de su ciclo vital pero desarrolla recursos, promueve cambios y encuentra formas alternativas para solucionarlas.

Existen dos tipos de funciones primarias que competen a la familia: las funciones de cuidado (nurtura) y las funciones de socialización. A través de las primeras, los/as niños/as, reciben desde antes de su nacimiento, el cuidado y protección indispensables para su sobrevivencia, dado que el ser humano es altamente vulnerable y dependiente en las primeras etapas de la vida.

Las funciones de cuidado están orientadas no sólo a garantizar la vida (alimentación, protección, higiene) sino también a desarrollar la seguridad básica y los vínculos emocionales que sostienen la supervivencia emocional (afecto, pertenencia, aceptación, permanencia en las relaciones) por tanto, estarán presentes siempre en la relación padres hijos/as, solo que en intensidad variable a través de la vida.

Las funciones socializadoras tienen como objetivo, transmitir la cultura y las pautas de comportamiento aceptadas en el grupo familiar y social. Constituyen herramientas de aprendizaje indispensables para el desarrollo del auto control, el reconocimiento de los límites y la internalización de valores, normas y principios.

Ambas funciones se complementan para ofrecer un ambiente seguro, estable y predecible en el cual los/as niños/as se desarrollen de forma sana.
La familia atraviesa por distintas etapas, cada una de las cuales contempla características y tareas diferentes.


En la etapa de formación de parejas se abarca generalmente el noviazgo y el primer período del matrimonio. La nueva pareja desarrolla gradualmente las pautas de relación con las que funcionará. Es aquí donde se comienzan a evidenciar las diferencias y las similitudes en gustos, necesidades, preferencias, hábitos y este descubrimiento puede acompañarse de desacuerdos y temores, que son parte de la etapa.

Los miembros de la pareja necesitarán esforzarse por entender el estilo de su compañero/a, sus prioridades, expectativas y sus límites.

Durante este período la pareja necesita poner en práctica sus habilidades de comunicación y negociación, para asimilar y enfrentar las diferencias que van surgiendo en áreas tan cotidianas como horarios, ambiente físico y actividades, pero también en otros aspectos mas sensibles, como pueden ser las relaciones con la familia y los/las amigos/as de cada uno.

Se trata en esencia de ir ganando integración como pareja, sin que necesariamente se pierdan los aspectos individuales.

La segunda etapa que es la de familias con hijos se inicia con el nacimiento del/la primer/a hijo/a, cuando el sistema se vuelve mas complejo por la entrada de un nuevo miembro. Hasta ese momento los cónyuges funcionaban uno en relación al otro, ahora deberán orientarse a su rol de padre y madre, para responder a las necesidades del/la hijo/a, manteniendo al mismo tiempo sus pautas de relación como pareja.

Los riesgos mas frecuentes en esta etapa se relacionan en la sobre-involucramiento de la madre con el/la hijo/a y la tendencia del padre a desligarse y enfocar su atención en el trabajo y otros contextos extrafamiliares, debido a la gran dependencia del/la niño/a de su madre. Esta forma de funcionar cuando se está instalando en cada uno el rol de padre y madre, puede provocar sentimientos negativos en ambos. Por un lado la madre puede sentirse sobrecargada y con escaso apoyo, mientras que el padre en ocasiones se percibe como fuera del sistema, experimentada la sensación de no tener lugar.

Es necesario discutir estos aspectos de la interacción, promoviendo la participación del padre en los cuidados del/la niño/a y protegiendo el espacio de pareja.

En la medida que el/la primer/a hijo/a crece, la familia deberá ir adaptándose a los cambios, creando reglas nuevas y enfrentando desafíos que incluyen la participación de otras personas y contextos (médicos, abuelos, tíos, familias con niños/as de la misma edad); asimismo, la pareja necesitará establecer acuerdos en cuanto a los patrones de crianza que implementaran. Cuando nacen otros/as hijos/as, el funcionamiento familiar deberá reorganizarse nuevamente para adecuarse a las exigencias que suponen para el padre y la madre dividir su atención y sus cuidados, lidiar con la relación entre hermanos/as y otras necesidades que puedan surgir.

Todos estos cambios y ajustes pueden darse con una dosis de tensión y muchas veces provocaran conflictos que la joven familia deberá aprender a enfrentar.


En los casos en que ha ocurrido una separación o la muerte de uno de los cónyuges, el padre o la medre que se queda en el “nido vacío”, necesitará igualmente reencausar sus intereses y prioridades hacia objetivos personales, cuando ya los/las hijos/as no requieren el grado de atención y esfuerzo que antes se debía dedicar a este rol. En muchas familias es necesario combinar estas tareas de desarrollo individual con la llegada de los/las nietos/as y a menudo con la atención a los propios padres ya envejecíentes.

Cualquiera que sea la etapa en que se encuentre una familia lo más importante para el desarrollo sano de los/las hijos/as será el tipo de ambiente que predomina; esto sin importar el nivel socio-económico o educativo de los padres y madres. Una familia donde las crisis y conflictos naturales no se resuelven adecuadamente, donde se irrespeta el derecho de algunos de sus miembros, donde existen conductas violentas o descalificantes generan un clima hostil, donde la confianza, la seguridad y el afecto se distorsionan, provocando con frecuencia trastornos emocionales en los/as propios adultos/as y niños/as.

Por el contrario, un ambiente familiar que prioriza el respeto, el bienestar de sus miembros, donde las desavenencias se pueden enfrentar de forma constructiva y sin temor a perder el afecto de los demás, donde los limites se establecen de forma firme pero positiva, contribuye a desarrollar niños y niñas con un buen concepto de si mismos/as y mejor preparados/as para enfrentar la adolescencia y la adultez.



El escritor es orientador profesional
penieljb@hotmail.com




2 comentarios:

yrania dijo...

ESTA SUPER, MUY IMPORTANTE EL ESCRITO, ESAS ORIENTACIONES SE NECESITAN MUCHO HOY DIA

Alexander dijo...

Este espacio esta dedicado a ofrecer orientacion a los lectores, sobre temas actuales de la vida cotidiana.Agradecemos que los lea con sentido critico y analitico, y que por favor nos deje tu comentario.

Alexander