martes, 13 de diciembre de 2011

FAMILIA DESINTEGRADA Y DELINCUENCIA JUVENIL


Alexander De Jesús Brittto
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Más del 90 por ciento de los jóvenes que albergan los centros de atención integral para adolescentes en conflictos con la ley penal proceden de familias disfuncionales, donde el apoyo familiar ha sido escaso.
En la generalidad de los casos sólo viven con uno de los padres y, a veces, con abuelos, tíos, otros familiares o en las calles. Valoraciones de los especialistas que los asisten así lo demuestran y testimonios de los propios protagonistas lo confirman.
El apoyo familiar es considerado esencial para la reinserción socio laboral de los adolescentes y para evitar la reincidencia. Conscientes de los beneficios de esa integración en el proceso de recuperación, en algunos centros los terapeutas trabajan directamente con los familiares más cercanos. Adolescentes comparten las más variadas historias sobre su vida. Cada uno encierra una realidad diferente, pero con el elemento común de no crecer en una familiar nuclear.
Cada caso es particular, pero la gran mayoría atribuye haber cometido el error por influencias negativas de amistades,  malas “juntillas”, abandono de la casa a temprana edad, tomar las calles como refugio y falta de supervisión de sus padres.
Son menores de edad, pero muchos de ellos ya son padres. Unos se entrenaron como padres estando en prisión y no han conocido a sus hijos. Es por ello que en Najayo se pretende habilitar un área para que puedan recibir a sus hijos, fuera de los días de visitas.
Trastornos
“Cuando falta uno de los dos hay carencias, porque a la mesa le falta una de las patas, y ya hay un problema, porque dentro del área emocional o sico-afectiva de este adolescente hay una parte que está desbalanceada, y eso emocionalmente crea un tremendo conflicto que deriva en todas las condiciones que hay”, señala Valentín Vidal Gresina, especialista en salud mental, terapia familiar, marital y sexual.
Para este especialista, el problema de los adolescentes se origina dentro del ámbito familiar, pues sostiene que la falta de una estructura apropiada trae como consecuencia la producción de traumas emocionales, síquicos o mentales. “Cae en una condición estresante, todo el que está en una condición estresante necesita defenderse. Lo primero que le va a producir es el sentimiento de miedo. Hay presentimientos primarios en la persona: miedo, vergüenza y culpa. Cada uno de ellos desarrolla un determinado tipo de reacción. Cuando es miedo, la persona tiende a defenderse; cuando es culpa, tiende a amilanarse o culparse a sí misma, y cuando es vergüenza, es eximida o trata como de apantallarse”, explica.
Subraya que los muchachos se sienten con poca seguridad y muy baja autoestima, y no tienen un proyecto de vida estable por la misma situación de inestabilidad familiar.
Para lograr la reinserción social y laboral de los adolescentes que violan la ley, Vidal Gresina recomienda que primero se redefina el rol del padre y de la madre para poderle dar el soporte que se requiere, junto con redes de apoyo institucionales y familiares.  
Participación
Para el padre Carlos Montoya Elizondo, director del Instituto Preparatorio de Menores de San Cristóbal, una de las graves debilidades de esos jóvenes es el entorno familiar, pues llegan de familias que se la buscan día a día, de bajos recursos económicos y desintegradas.
Dijo que por eso es que el centro busca la manera de que la familia se integre, con el propósito de hacerle ver que su presencia es indispensable, y que el éxito de un muchacho después de salir depende de su apoyo.
Ana María Castillo, encargada Regional de Reeducación de La Vega, entiende que los muchachos que pueden ser resarcidos y llevar un plan reeducativo son aquellos que la familia les da mucho apoyo y seguimiento.


........ Continuará
 
El adolescente que cambia es el que se reeduca. Cuando la familia no le da seguimiento  es  difícil  el   trabajo, porque ellos no tienen motivación, y con frecuencia cuando salen, reinciden.