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Alexander De Jesús Brito |
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La
psicología educativa contemporánea se debate en dos posturas epistemológicas
contrapuestas: una perspectiva que asume que los profesores actúan como
transmisores de un cuerpo fijo de contenido que envían a los aprendices
pasivos, quienes actúan como receptores y donde la enseñanza exitosa implica la
transmisión eficiente del contenido que se pretende lograr.
Otra
perspectiva supone una participación activa del sujeto que aprende, en tanto el
aprendizaje se concibe como un proceso de construcción activa de significados. Si
comparamos ambas perspectivas, podemos observar que de éstas, se derivan
distintos modelos de enseñanza y aprendizaje que privilegian enfoques, estilos
de enseñanza, estrategias de aprendizaje y formas de relacionarse con el
aprendiz y el conocimiento, de manera diferente.
En
efecto, en tanto el modelo transmisor, concibe el conocimiento como un cuerpo
de información fijo, transmitido del profesor o del texto a los estudiantes.
Lógicamente, un modelo con estas características trae como consecuencia una
interacción maestro-alumno vertical y asimétrica, donde el docente explica,
analiza el grado de comprensión y juzga las respuestas correctas del estudiante
y éstos, a su vez, replican o memorizan lo que se les ha explicado o modelado.
En
cambio, en el modelo de construcción social del conocimiento, el conocimiento
se concibe como interpretaciones en desarrollo, construido por medio de la
discusión, el estudio y la sistematización. Por consiguiente, la interacción
maestro-alumno muestra una horizontalidad y una bidireccionalidad sustentada
sobre la simetría. El docente actúa como líder de la discusión, plantea
preguntas, busca esclarecimientos, promueve el diálogo y la discusión reflexiva
de redes de conocimiento conectados, basados en ideas divergentes.
En
este último modelo se enfatizan las aplicaciones a cuestiones y problemas
auténticos que requieren de destrezas complejas de pensamiento. Los estudiantes
colaboran actuando como comunidades de aprendizaje que construyen conocimientos
compartidos por medio del diálogo sostenido.
Desde
este enfoque la tarea del docente es enseñar a pensar y actuar y
no solo presentar información, sino proporcionar andamiajes que sirvan de soporte
a los esfuerzos de aprendizaje de los estudiantes.
Según
Clavell y otros (1977) el modelo de enseñanza por construcción estaría sustentado en diversos tipos de
conocimiento que utilizamos durante el aprendizaje a saber: procesos cognitivos
básicos, conocimiento estratégico y conocimiento metacognitivo, los cuales
interactúan en forma compleja e intrincada durante el aprendizaje.
A
su vez, Beltrán (1987) hace referencia al tipo de habilidades cognitivas que ha
de desarrollar el docente, que, a la luz de de este enfoque serían las
siguientes: habilidades de búsqueda de información, de asimilación y retención
de la información, habilidades organizativas, inventivas y creativas,
analíticas, de toma de decisiones, de comunicación, sociales, metacognitivas y
autorreguladoras.
Ahora
bien, al analizar la problemática de la calidad de los aprendizajes en nuestro
contexto socioeducativo, a la luz de las concepciones antes planteadas, nos
encontramos con la necesidad de impulsar políticas que focalicen los procesos
de gestión curricular del aula, como espacio privilegiado, de toda acción del
sistema encaminado a elevar la calidad de dichos procesos.
En
la búsqueda de tales propósitos, se hace necesario crear nuevas condiciones,
métodos y estrategias que favorezcan los aprendizajes y sobre todo, que hagan
más eficientes los procesos y las relaciones que se gestan al interior del
aula. Persiguiendo esta finalidad, en algunos países de la Región
Latinoamericana, como es el caso de Chile, Colombia y los países de Centroamérica
y recientemente República Dominicana, entre
otros, se ha estado retomando, el enfoque de las competencias, como mediación
indispensable para avanzar en la concreción curricular.
Según
Sergio Tobón (2004) la formación basada en competencias constituye
una propuesta que parte del aprendizaje significativo y se orienta a la
formación humana integral, como condición esencial de todo proyecto pedagógico;
integra la teoría con la práctica en las diversas actividades; promueve la
continuidad entre todos los niveles educativos; fomenta la construcción del
aprendizaje autónomo; orienta la formación y el afianzamiento del proyecto
de vida y fundamenta la organización curricular con base
en proyectos y problemas, trascendiendo de esta manera el currículo basado en
asignaturas.
Conviene
señalar, no obstante, que el campo de la noción de competencia que actualmente
se emplea en el ámbito de la educación, no proviene de un único paradigma
teórico como propone Zubiría (2002), sino que se fundamenta en múltiples
fuentes teóricas provenientes de la psicología, la lingüística, la sociología,
la educación para el trabajo y la filosofía, como se analiza a continuación.
Las Competencias
Las
múltiples definiciones que existen en la literatura sobre el concepto de
competencias, la mayoría remiten prácticamente a una misma cuestión: ser
competente, es decir, la capacidad de enfrentar la vida, teórica, creativa,
emocional y afectivamente, alcanzando los propósitos perseguidos de una manera
eficiente.
Ducci
(1997) las define como "el conjunto de comportamientos socioafectivos y
habilidades cognoscitivas, psicológicas, sensoriales y motoras que permiten
llevar a cabo adecuadamente un papel, una función, una actividad o una
tarea". Para Senge (2000) todos los seres humanos, no importa la edad o la
condición, tenemos el potencial para alcanzar alguna cosa significativa. La
condición fundamental es que se den condiciones favorables para el aprendizaje,
al mismo tiempo que las personas sean estimadas. Este importante supuesto, es
el que aparece de manera permanente en su concepción de que un aula que aprende
es aquella donde se ponen en ejecución métodos y estrategias, así como una
infraestructura propicia para que en los procesos de relación que se gestan,
todos los actores (o autores como llama UNESCO) fomenten de manera deliberada
el éxito de sus compañeros.
En
su obra "Escuelas que Aprenden", Senge (Op.Cit.) nos habla de cinco
disciplinas, que al final pueden ser comprendidas como competencias, y que él
las entiende como indispensables para el éxito futuro:
·
Dominio personal: práctica de crear una imagen
coherente de su visión personal, el resultado que anhela obtener en la vida,
junto con una evaluación objetiva de la actual realidad de su vida.
·
Visión compartida: implica tener un propósito
común, que permita aprender a alimentar un sentido de compromiso en un grupo u
organización, desarrollando imágenes compartidas del futuro que buscan crear y
guías que les ayuden a alcanzar esa meta.
·
Modelos mentales: desarrollo de conciencia de
actitudes y percepciones, las de uno mismo y las de sus compañeros. Contribuye
a definir más clara y honradamente la cotidianidad.
·
Aprendizaje en equipos:
permitiendo construir un criterio colectivo, movilizando las energías del grupo
para alcanzar metas comunes y desarrollar una inteligencia y una capacidad
mayores que la suma de los talentos individuales de los miembros del grupo.
·
Pensar de manera sistémica:
aprendiendo a entender mejor la interdependencia y el cambio.
En
el campo de la psicopedagogía, y de manera particular el de la psicología
organizacional, desde el punto de vista de Cowling y James (1997), el concepto
de competencias puede ser valorado a partir de los requerimientos que los seres
humanos deben exhibir en su relación con el trabajo. Entre estos requerimientos
se hace referencia a los motivos, rasgos, concepto de sí mismo, conocimientos y
capacidades cognoscitivas y conductuales.
No perdamos de vista, por lo demás,
el hecho de que el ser humano, al mismo tiempo que es un ser particular e
individual, es un ser social, que se constituye en un proceso social complejo y
de toda la vida. Esta dimensión social humana aporta el contexto socio-cultural
en que se configura y expresa toda acción humana particularmente en su
formación educativa.
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