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Investigaciones al respecto han certificado la
relación existente entre este tipo de inhibición conductual en la infancia con
cuadros ansiosos y depresivos desarrollados durante la adolescencia y la
adultez, por lo que si tiene dudas acerca del comportamiento de su pequeño
sería muy conveniente la opinión de un especialista que defina si se trata de un
niño tímido o retraído, para la detección temprana resulta en la solución del
problema y en menos dificultades en la adolescencia.
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Alexander Brito Psicopedagogo |
Usualmente los niños son bastante francos y
espontáneos a la hora de comunicarse con sus semejantes sobre todo si son
adultos. Esta es una característica de que el desarrollo infantil marcha por
camino correcto. Pero muchas veces, dentro del grupo de amigos de nuestros
hijos, vemos a uno que se queda aislado, mientras el resto juega y se divierte de lo mas
animados. A veces la explicación está en cierto rechazo que el propio niño
genera, pero en otras, es el propio
pequeño quien se autolimita y se aísla y se retrae.
La timidez y la
vergüenza de los niños.
Cuando estamos ante un caso como este, muchas
personas tienden a colocar bajo la misma sombrilla a los niños tímidos y a los
que padecen de inhibición conductual, patología que incluso es tratada por los
especialistas en psiquiatría infantil. La timidez es una forma de ansiedad que
surge en el contexto de ciertas situaciones sociales, principalmente en
aquellas en las que el niño siente que existe una o más "figuras de
autoridad" que lo evalúan constantemente, o cuando el chico manifiesta
cierta inconformidad con lo que sucede en su entorno, o cuando no se está en
total dominio de la situación. La timidez es posible superarla en la misma
medida en que el pequeño gane confianza en sí mismo, tarea en la que mucho
podemos ayudar desde casa.
Por el contrario la inhibición conductual, se expresa tanto en
situaciones sociales como no sociales, y no es una respuesta a una
circunstancia específica de evaluación, sino que es un rasgo del temperamento
definido por el miedo extremo ante la novedad. Un niño inhibido experimenta una
gran ansiedad ante lo nuevo, incierto o cambiante, y por esa razón se retrae y
evita el contacto con cualquier cosa que pueda generar esos estímulos. Entre
los síntomas de esa inhibición patológica se describen los largos preámbulos
que se toma el niño antes de responder a un estímulo (a veces nunca llega a
hacerlo): El retraimiento, el cese del juego y de las conversaciones, la
tendencia a permanecer cerca del cuidador, la hipersensibilidad y el llanto
fácil, las expresiones faciales de miedo, y la prudencia excesiva, pueden ser características
de inhibición.