jueves, 9 de enero de 2014

niños, tímidos o inhibidos?

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Alexander Brito
Psicopedagogo
Usualmente los niños son bastante francos y espontáneos a la hora de comunicarse con sus semejantes sobre todo si son adultos. Esta es una característica de que el desarrollo infantil marcha por camino correcto. Pero muchas veces, dentro del grupo de amigos de nuestros hijos, vemos a uno que se queda aislado,  mientras el resto juega y se divierte de lo mas animados. A veces la explicación está en cierto rechazo que el propio niño genera, pero en otras,  es el propio pequeño quien se autolimita y se aísla y se retrae.

La timidez y la vergüenza de los niños.
Cuando estamos ante un caso como este, muchas personas tienden a colocar bajo la misma sombrilla a los niños tímidos y a los que padecen de inhibición conductual, patología que incluso es tratada por los especialistas en psiquiatría infantil. La timidez es una forma de ansiedad que surge en el contexto de ciertas situaciones sociales, principalmente en aquellas en las que el niño siente que existe una o más "figuras de autoridad" que lo evalúan constantemente, o cuando el chico manifiesta cierta inconformidad con lo que sucede en su entorno, o cuando no se está en total dominio de la situación. La timidez es posible superarla en la misma medida en que el pequeño gane confianza en sí mismo, tarea en la que mucho podemos ayudar desde casa.

Por el contrario la  inhibición conductual, se expresa tanto en situaciones sociales como no sociales, y no es una respuesta a una circunstancia específica de evaluación, sino que es un rasgo del temperamento definido por el miedo extremo ante la novedad. Un niño inhibido experimenta una gran ansiedad ante lo nuevo, incierto o cambiante, y por esa razón se retrae y evita el contacto con cualquier cosa que pueda generar esos estímulos. Entre los síntomas de esa inhibición patológica se describen los largos preámbulos que se toma el niño antes de responder a un estímulo (a veces nunca llega a hacerlo): El retraimiento, el cese del juego y de las conversaciones, la tendencia a permanecer cerca del cuidador, la hipersensibilidad y el llanto fácil, las expresiones faciales de miedo, y la prudencia excesiva, pueden ser características de inhibición.

Investigaciones al respecto han certificado la relación existente entre este tipo de inhibición conductual en la infancia con cuadros ansiosos y depresivos desarrollados durante la adolescencia y la adultez, por lo que si tiene dudas acerca del comportamiento de su pequeño sería muy conveniente la opinión de un especialista que defina si se trata de un niño tímido o retraído, para la detección temprana resulta en la solución del problema y en menos dificultades en la adolescencia.